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El vuelo del águila: el módulo lunar del Apollo 11

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Foto:

Revista Don Juan
 De las más de 2800 toneladas de metal y combustible que despegaron del Centro Espacial Kennedy el 16 de julio de 1969, el módulo lunar Eagle solo pesaba 15. Esa era la parte clave, la que realmente aterrizaría en la Luna, y era muy diferente del módulo de comando –llamado Columbia– que orbitó el satélite con Michael Collins a bordo mientras Aldrin y Armstrong salían a dar su paseo lunar.
El espacio dentro del Eagle enorgullecería a los asientos de una aerolínea de bajo costo: durante tres días, Neil Armstrong y Buzz Aldrin comieron e hicieron sus necesidades recostados contra las cóncavas paredes del módulo lunar. Allí, además, estaba el espacio donde debían pilotear la nave y los compartimentos para organizar las rocas lunares que recogían. Los astronautas dormían en hamacas que casi rozaban el techo y el resto del lugar estaba ocupado por los tanques de combustible, con la cantidad justa para volver a ponerse en órbita y reunirse con el Columbia. Un kilogramo más, o menos, haría que los dos primeros hombres en llegar a la Luna fueran también los dos primeros en morir allá.
La maniobra de alunizaje del Eagle fue, por supuesto, el momento crucial de toda la misión. Existe una razón por la que incluso hoy, en el comando de Tierra, los técnicos e ingenieros de la NASA cruzan sus dedos detrás de su cabeza y sudan frío contando los segundos cuando cualquier sonda se prepara para aterrizar en Marte. No se puede exagerar lo difícil que es aterrizar en un cuerpo por fuera de la Tierra, y para el Eagle no fue la excepción: Neil Armstrong pasó decenas de horas en un vehículo de entrenamiento que era una especie de helicóptero que imitaba la apariencia del Eagle, donde sobrevoló más de treinta veces la base aérea de Ellington, en Texas; Llegó incluso a chocar uno, lo cual nunca es un buen presagio. Sin embargo, para Houston no hubo un sonido más dulce que cuando Neil Armstrong dijo: “The Eagle has landed”. Para estos dos astronautas, y para las otras cinco misiones posteriores que lograron descender en la superficie lunar, el módulo se convirtió no solo en el primer vehículo en llegar a los astros. Fue, brevemente, un hogar.
Revista Don Juan
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